내겐 너 같은 너에겐 나 같은

13:59

Te tomas el café
y los hielos tintinean contra el silencio
he agotado mis palabras en las noches de un mes sin verte
y ahora que estás aquí me consumen.
Pareces no notarlo,
concentrado en liar un cigarro
tus manos activas por tu mirada ausente,
tu pierna marca un ritmo que mi corazón no sigue.
Hablas, hablo y hablamos
y te he echado de menos por más razones que la obvia.
Qué tranquilidad tan absurda
estar contigo.
Los hielos de mi vaso se han derretido
y ya me arrepiento de lo poco que dormiré esta noche
pero un café contigo
acarrea demasiado como para negarme.

Americano con hielos,
solo con hielos.
Ninguno pone azúcar
y en lo que yo me acabo el mío,
negro oscuro todavía,
y empiezo a dibujar en la servilleta
ideas
que luego llevaré a casa
metidas con prisa en el bolsillo del abrigo,
tú sigues mareando tus hielos hasta la rendición
y tu café es color caramelo.

Ya en casa se me ocurre
mientras guardo nuestros garabatos en un cajón
para nunca mirar más
para recordar,
que quizá conmigo haces lo de los hielos.
Damos vueltas hasta perdernos
al gusto de tus inquietudes:

En verano nos necesitas,
en invierno pide la costumbre.
Y encuentras hielos en un vaso de café
que ya no te apetece frío.

Algunas amistades son así.

Es bueno haberme dado cuenta de una vez.

Cuando otras voces me sugieren cafés que no lo son
Contigo un café siempre será solo eso.

Y aprendo
a base de muchos retrocesos
que no pasa nada
si quedamos para un café.

Si te quedas en un café solo.

Just another graceless night

1:30

Te veo por la calle y me saludas, y tanto tu sonrisa como la mía me dejan claro que de haber sido tú, con tu edad y en tu situación, yo no me hubiera saludado.
Aunque me dan ganas de volver a hablarte pero yo, con mi edad y en mi situación, sé de sobra que no sirve de nada.
Tiempo después aprovechas la coincidencia, y lo fácil que es hoy en día buscar una excusa, para abrirme conversación.
Y me encanta y me devuelve a lo de antes en dos intercambios.
Con lo bueno y con lo malo, porque yo con tres cañas encima tengo facilidad para olvidar lo que la experiencia me ha enseñado.


Hablamos de tu hermana y lo único que quiero saber es si sabe lo nuestro.
Bromeamos sobre tus arrepentimientos nocturnos y me pregunto si yo seré uno.
Me cuentas que estás dejando de beber tanto y sé de sobra que son tus inseguridades las que lo motivan.
Me relatas tus olvidos y tus chapuzas y no sé cuánto de eso soy yo.
Te cuento qué tal me va últimamente y sé que tú interés no es forzado, pero te pregunto a ti y me sabe a mentira.
Comentamos confesiones etilizadas y lo único en lo que pienso es si todavía te gusto.
Recordamos la última vez y no sé si arriesgar a que haya más.

Hablamos y lo único en lo que pienso es todo lo que callo.
Por eso.
Por eso mismo, no.

I just want to know, how you feel, about us.

1:05

Para posibles imprevistos.
Le dijo, cuando él estaba a medio camino entre universos. Metidos en una conversación que ambos alargaban con distinta intención; sopesando tiempos de adelanto y de antelación, rutas imposibles y la mejor estrategia para manipular a la gente por medio del estrés. Recordando en todo momento el año anterior, en que las tres despedidas fueron en un mismo día y no en semanas distintas. En que no hablaron apenas. En que no supo nada de él.

Y la comparación fácil con este.


Para posibles imprevistos.
Pensó, de pie en ropa interior, dudando qué ponerse. Sabiendo imposible el que él le quitara algo, pero considerando la opción igualmente. ¿Pantalones o falda? ¿Negro o blanco? ¿De color? ¿Serviría de algo arreglarse cuándo él la había visto ya de tantas maneras? Complicado no querer dar más importancia a la primera vez que se veían en un mes. Complicado no querer estar más guapa.
Complicado no querer más.

Interesting people, conversation to be found.

18:12

Hace un mes volví a ver nuestra película y no te escribí.
Estaba con unas amigas, en esa situación entre etílica y reflexiva en la que tú y yo nos especializamos ese año.
Lo pensé, con lo cual no puedo cantar victoria del todo, pero fue solo en un par de veces inevitables; con cada gracia y cada canción perfecta y cada baile que me recordaba a otros tiempos, de borrachera similar e igual euforia.
Es curioso que tenga el mismo cuidado contigo que con mis ex novios inexistentes: pensar en ti y que llegue la nostalgia haciéndome querer recuperar algo. Aforunadamente, por no ser una ex, no tuve que callar cuando recordaba cada momento en voz alta, cuando no podía contener el comentar a mis amigas lo estúpidas y felices que éramos.
Pero para qué, si ya hemos intentado recuperarlo una vez de más.
Ambas dijimos que la última vez iba a ser la última.
Supongo que lo sabías ya por entonces (y recuerdo extrañarme cuando lo comentaste), que por muy divertido que fuera arreglarlo todo y firmar el tratado de paz, era evidente que no iba a durar. Porque es cierto que a ninguna nos importaba ya demasiado lo que pudiera pasar, se nos habían agotado la paciencia, el interés mutuo y la voluntad de ceder; los viejos enemigos no hacen buenos amigos.
El otro día leí algo sobre cómo la obsolescencia de hoy en día se extrapola tan fácilmente a las relaciones, sobre cómo pocas veces nos molestamos en arreglar las cosas más que dispuestos a tirarlas y conseguir otras más nuevas, más bonitas, mejores. En el mismo libro se comentaba como recientemente nos cuesta tanto conformarnos con lo que tenemos, huimos continuamente de lo mediocre en busca de lo mejor, de la experiencia perfecta calculada al milímetro.

He tardado unos días en darme cuenta de como esto se nos podría aplicar a nosotras, pero ahora no puedo dejar de verlo.
 Tuvimos algo bastante fantástico entre manos, ¿no crees?
Al menos estuvieron bien esos tres dias de tregua y negociación.

Topo

Mientras sigas celebrando las victorias en nuestro bar.

15:54

Hay momentos en la vida que lo cambian todo y pocas veces sabemos verlos venir.
Últimamente más que nunca antes, me estoy dando cuenta de las mil señales que marcan mis días antes de acabar por desencadenarse en una sorpresa y; a toro pasado, es inevitable volverse un poco loca cuando las mil señales no acaban siendo solamente mil coincidencias.
Quizá mi problema es la buena memoria que tengo para todas estas cosas.
Eso y el siempre haber sido una experta en enamorarme y desenamorarme a primera vista.

Que yo recuerde, y así recordadas, estas son las únicas veces que te he visto en mi vida, no sé si me la has cambiado todavía, pero supongo que ya acabaremos viéndolo con el tiempo.

Octubre (29-30)

Salíamos de fiesta media tropa, pero tras muchas pérdidas y varias reconstrucciones de estrategia nos quedamos solas dos. Las mismas dos de siempre. Acabamos en nuestro bar de todos los sábados cuando ya llevan un rato sin dejar de serlo y la situación se complicó algo más de lo acostumbrado.

Estábamos curtidas en mil batallas, pero es cierto que hasta entonces pocas veces se nos habían abierto tantos frentes a la vez.
Yo estaba intentando atrincherarnos mientras mi amiga se dedicaba a esquivar las balas (no sé si conoceras lo peligroso que es a veces hacer contacto visual en una discoteca, pero todo empeora cuando huyes de un ex-lío, dos fichajes, un hermano y todos sus respectivos amigos), en eso estábamos cuando encontramos refugio entre un grupo de pseudoamigos que todavía hoy no sabemos muy bien si se decantan más por ser pseudo o por ser amigos.
Una vez que conseguimos tener la situación bajo control y ya habíamos sufrido un par de conversaciones incómodas (de esas en que gente con la que fui al colegio quince años no me saludan pero sí a ella que fue cuatro), nos paramos a descansar un momento y, ahí, justamente, es cuando te vi.
Ya te he dicho que estábamos con la cabeza puesta en otras cosas, así que creo que mi amiga no me hizo ningún caso en la media docena de veces que intenté llamarle la atención sobre el chico de la camisa de rayas horizontales.
Ese eras tú, por si tienes dudas. Que no te sorprenda la descripción, porque era una camisa realmente bonita y lo más importante: ¿no te parece extraño que haya tan pocas camisas con rayas horizontales?
Porque a mí sí.
No hablamos esa noche, como ya sabes, pero te tuve medio controlado las dos horas o así que coincidimos. Al fin y al cabo, la mayoría de los frentes abiertos eran de ella y yo no tenía nada (o no quería tener nada) en mi punto de mira que no fueras tú.
A la salida, cuando se encendieron las luces, te vi con una chica mientras yo daba conversación a un ex de mi amiga y ella entretenía a un algo similar mío.
Tanto posponer los enfrentamientos no nos había servido de mucho al final.
Mientras yo distraía distraída, tus amigos, que querían irse, te llamaron la atención y uno de ellos gritó tu nombre.
Recuerdo que al día siguiente intenté encontrarte sin éxito entre amigos de amigos de amigos y ahí te quedaste: a medio camino entre el olvido y la celebridad.
Tú y tu cara y tus rayas horizontales azules sobre fondo blanco.

Diciembre (9)

De esta seguro que no te acuerdas, porque creo que no me llegaste a ver.

Era el primer día del festival y yo estaba con las mismas amigas que nos habían dejado en la estacada la primera vez que te ví. Veníamos de pedir cerveza estúpidamente cara y nos acercábamos a esa multitud dispersa de entre conciertos. Y ahí estabas.
Apenas me acordaba de ti, pero me hizo ilusión verte, en una de esas casualidades tan tontas que tanto me persiguen.
 Nos acercamos a donde estabáis para intentar señalarles a mis amigas quién eras entre explicaciones que a todas nos sonaban algo ridículas, pero te perdimos de vista antes incluso de que empezara el concierto.
Te ví unos cinco minutos en total y no te ví más.
Pero estuviste allí.

Febrero (11-12)


Esta noche sí que la recuerdas, porque tú mismo me lo confirmaste cuando lo hablamos, aunque no sé si tus detalles y los míos coinciden en algo.

Yo estaba sola en casa porque mis padres se habían ido de viaje y, creo que esto no lo sabes, pero influyó bastante en todo lo que pasó, porque la noche se había descontrolado bastante ya desde el principio.
Quizá es extraño, a pesar de lo que ya he dicho antes, que recuerde todas estas noches tan bien, desde la ropa que yo y tú llevábamos, a las fechas, la rutina de la noche, con quienes estábamos, lo que había bebido... todo, sobre todo porque ninguna de estas cosas son particularmente relevantes.
O no lo son, considerando que preferiría recordar lo que dijiste la primera vez que hablamos, o si olías bien, si hice el ridículo, si me pareció bonita tu voz, si me sorprendió tu risa, si en algún momento debí haberme ido.
Odio no ser capaz de recordar eso.
Febrero estaba siendo un mes extraño, lleno de historias infructuosas inacabadas y la promesa pendiente que habíamos hecho esa amiga mía y yo, de tener una cita por san Valentín (algo pasa contigo y las celebraciones comerciales, porque tenemos cierta tendencia a coincidir mucho los tres).
Ten en cuenta que hasta esa noche tú no eras nada. El hecho de que me acordara de ti tiene más que ver con mi forma de ser que con la tuya.
Entre la primera vez que te ví y la tercera habían pasado ya tres meses y medio.
Se me había olvidado incluso el haber sabido tu nombre.
Recordaba la primera noche por otras dos cosas que habían pasado con otros dos chicos.
Recordaba la segunda por las malas sensaciones y las muchas consecuencias que tuvo, el cambio de enfoque hacia dos amistades y una estación entera.
Tú, en tu esencia y sin contexto, no eras nada, una coincidencia, hasta esa noche.
Ya he dicho que estaba sola en casa, así que ten en cuenta eso en cuanto a la falta de prisa general, el hecho de que no llevara bolso y sobre todo, la borrachera tan tonta que teníamos.
Eran las seis y media de la mañana y todos salíamos de la discoteca, entre las ultimas conversaciones y los últimos ligues, el apalabramiento de taxis compartidos e insistencias para acompañar a casa, y allí estabas tú. Ajeno a todo eso, supongo, con tu grupo de amigos, sonriente y perezoso como siempre.
Cuando conseguimos hartarnos de todo el mundo, nos despegamos una amiga y yo, ya de camino a casa, despotricando un poco, rememorando la noche, planeando la recena... lo usual.Os adelantamos a ti a tu amigo (y me gustaría pensar que de haberlo sabido no hubiera hecho el rídiculo que hice) y al oir un entusiástico "Hola" al pasaros yo respondí con un "Hasta luego" todo para darme cuenta de que no hablabáis con nosotras sino con otra persona.
Mientras mi amiga se reía de mí a más no poder y yo tiraba desde su brazo, calla, calla y corre, que no se den cuenta, calla, coño, me había dado cuenta de quien eras; es cierto que la prisa no nos duró demasiado porque últimamente relativizamos ya mucho lo que nos importan las metidas de pata nocturnas (y esa noche ella ya se había coronado tantas veces que la mía pasó desapercibida).
Esto hubiera sido todo, salvo porque te uniste a nuestro partido de fútbol improvisado con botellas de agua y contigo tu amigo, y luego el partido se convirtió en conversación y mentiras sobre nuestras edades y medias verdades sobre todo lo demás.
Porque estaba claro que no éramos del 98, pero insististeís en hacer un intercambio de DNIs en el que yo me vi con tu cartera en las manos y sin dar nada a cambio.
Y los cuatro seguimos andando, casi dos horas de conversación con vosotros, tu amigo y tú algo encandilados con mi amiga y yo en el estupor propio de una noche en la que habían pasado ya tantas cosas.
Sabes lo que pasó y de lo que hablamos, pero supongo que no sabes cuánto me encantaste y la verdad es que yo no sé exactamente porqué tanto. La tranquilidad y el dejar que fuera tu amigo el que llevara la conversación, la carcajada oportuna, el nombre de tu padre y tu encanto.
Sobre todo tu encanto.

Marzo (10)


Esto fue una tarde entre tres días en que apenas pensé en ti, principalmente porque estaba muy centrada en otra persona, pero también porque tampoco tenía la costumbre entonces.

Yo volvía después de haber tenido una de las discusiones más estúpidas de la historia con mis amigas, sobre si los pantalones tobilleros adelgazaban o engordaban y si era normal tener las piernas más largas que el torso y otros asuntos controvertidos.
Estaba escuchando un mensaje mientras esperaba en un semáforo cuando te ví llegar a la acera de en frente. Agradecí y me lamenté simultáneamente por la excusa que me daba el mensaje, insegura en si saludarte o no, y cuando el semáforo se puso en verde y nos cruzamos tú me miraste.
Y me reconociste.
Y eso cambió todo un poco, salvo porque un minuto después mi vida dio un pequeño vuelco y tu parte en mi trayecto a casa se quedó en únicamente en un adivina a quien he visto nada más separarnos... sí, sí, pero adivina con quien he estado veinte minutos de conversación justo después: la introducción.

Marzo (18-19)


Este fue, literalmente, el día más inesperado.

Es curioso que ninguna de las veces que te he visto he salido con esa intención de casa y en cambio la vez siguiente a cada una de ellas eras en lo que más pensaba.
Fue una noche antológica, veníamos de un concierto que nos cambió la vida, con atascos, desmayos y botellones llenos de subterfugios. Luego una caminata de media hora hasta el centro en que la euforia se empezó a confundir con el alcohol y, tras una breve cena de patatas fritas, una despedida.
Y beber, y bailar, y hacer amigos dudosos entre resolver dudas de ex líos y ex rollos.
Y otra caminata, esta mucho más difusa, con encontronazos con árboles y bailes y cánticos.
Un segundo bar del que solo recordamos incógnitas y, finalmente, el nuestro.
Y allí estabas tú, por si tienes dudas.
Pero eso fue algo después.
Estábamos en medio de una conversación que poco tenía que ver conmigo cuando te vislumbré y, según me han contado, empecé la maniobra de acercamiento. Al parecer fue bastante bonito ver como me fui acercando poco a poco hasta meterme de lleno en todo tu equipo, entre dar conversación a unos y otros, disimulando solo querer hablar contigo.
Y lo hice, ya sabes.
Entre descubrir que llevabas los pantalones al cuello y luego encontrarme con tu cinturón abrochado en mi cintura (sabiendo que había sido culpa mía y sin recordar habértelo quitado ni haberlo devuelto). Criticar tu móvil prehistórico que estaba en italiano, mientras te pasaba el mío en francés. Y todavía recordar el nombre de tu padre. Y presumir de mis orígenes norteños para que tú los tuvieras también. Y verme acurrucada contra tu hombro, hablando de a saber qué cuando vinieron mis amigas para avisar de que se iban a casa.
Y levantarnos para acompañarte en busca de tus amigos, de paseo por una ciudad desierta en la que ya por fin te pusiste los pantalones, con pausas eternas en que te metías con mi vista por no poder leer carteles que tú tampoco leías.
Me gustaste mucho.
¿Cómo fue para ti? Porque pasamos unas tres horas juntos esa noche y sigo sin saber (igual que no lo sabía entonces) si estabas harto de mí. En un equilibrio complicado, de querer estar contigo sin decírtelo y querer que tú lo quisieras también.
Después de tanta conversación que fluía sin esfuerzo y tras mis indirectas en las que te abría la posibilidad para que te fueras, decidí pensar que quizá sí que querías estar allí, pero sigo sin tenerlo claro.
Aunque dejaste que tus amigos se fueran sin dar explicaciones.
Aunque seguiste de largo al pasar por tu camino a casa, por acompañarme a la mía.
Sin decir nada, sonriendo levemente.
Intercalando la conversación con largas miradas en que yo intentaba preguntarte qué hacías a la vez que te suplicaba que hicieras algo.
Y ambos nos sonreíamos, caminando sin prisa, como dos idiotas, a las seis de la mañana.

Me besaste en medio de los dos besos de despedida a menos de diez metros de mi casa.
¿Por qué tan tarde? ¿Te lo pregunté?
Llevaba pensándolo toda la noche.
Toda la noche esperando ese beso que llegó como un triunfo, muerta de frío contra ti, que por algún misterio todavía tenías las manos calientes.
Y luego retrocendiendo hasta la pared, abrazándote, con mis manos heladas en tu cuello, tiritando contra ti mientras que tú solo tiritabas cada vez que nos separábamos.
Era tarde y la culpa de haberte fastidiado la noche se me olvidó al pedirte que me acompañaras al portal, al fin y al cabo, habías llegado tan lejos ya. Tan lejos.
Eché a andar, por no querer ver si te negabas y tú me seguiste con una carcajada.
Una segunda despedida que se volvió a alargar y ese momento del escalón de mi portal.
Espero que recuerdes aquello, porque lo cambió todo.
Y luego dentro, apurando los restos de la noche, ya con menos frío.
Lo dejo para que lo recuerdes tú como quieras, pero hubo mil detalles, mil gestos que no sabía que me gustaran hasta que los vi en ti.
Descubrí mucho esa noche, me cambiaste la perspectiva hacia ese mes de marzo que estaba resolviéndome tantas dudas.
Y la tercera despedida, que fue la definitiva, no querer asomarme para ver cómo te ibas, con un mensaje de mi madre en el móvil y la sensación absurda de volver a casa mientras el mundo había cambiado.
Si no eras nada entonces, ten por seguro que no hay ningún momento después de esa noche en que me fueras indiferente.

Mayo (6-7)

La víspera de otra fiesta, pero de verdad que no me lo esperaba.
Había pasado mucho tiempo y verte era algo tan remoto que cuando llegamos al bar y te distinguí en la multitud, con la misma camiseta de equipo de la vez anterior, los pantalones al cuello igual, la misma actitud y el pelo algo más corto; me dejaste fría.
No supe reaccionar.
Estabas allí, justo en ese momento.
Y no tenía mucho sentido.
Aunque yo llevaba dos días comentando con una amiga mi falta de objetivos y ella intentaba resucitar chicos del pasado para mí.
Porque hacía tanto tiempo que no te había visto que ya no merecía la pena pensar en ti.
Además seguramente me odiaras o te diera igual. Y tenías razones.
Cuando justamente la noche anterior al volver de cañas y por culpa de una mención casual de tu equipo me había vuelto toda la añoranza de golpe.
Y no solo añoranza de ti; añoranza de los días en que algo tenía potencial, en que había cambiado de opinión, en que me apetecía conocer a alguien y arriesgarme por algo.
Y te ví, celebrando una victoria esta vez, gloriosa y tan épica y tan etílica como el empate de la vez anterior.
¿Qué pasó?
¿Por qué me lo pones tan fácil si no tienes interés?
La ausencia total de complicaciones me da unas esperanzas que no debería crearme.
Y me temo que, mientras sigas celebrando las victorias en nuestro bar, mientras te siga viendo de vez en cuando y sigas tan encantador, tan risueño y tan proclive a reirme las gracias, mientras siga todo así tengo muy difícil el hacer que no me importes.

Mayo (20-21)

La séptima vez que te vi fue a propósito.
Por primera vez había salido de casa queriendo verte y lo había conseguido. Y qué ridículo y magnífico fue.
Sabía que era el último partido de la temporada, sabía que habíais ganado, supuse que saldríais y sin embargo, aun teniendo más información que nunca, no fue en nuestro bar.
Había engañado a mi amiga y me había engañado a mí misma y ambas mentiras habían surgido el efecto esperado, porque tuvimos éxito.
La primera mentira fue convencerla para ir a ese bar (que si se acercaban los exámenes, que si la gente de nuestra edad ya no salía, que si no pasaba nada por probar...) y que no se diera cuenta de que era por verte a ti. O que no le importara.
La segunda mentira fue repetirme que quizá ese único bar que detesto de toda la ciudad podría haber cambiado con el tiempo, que incluso si me equivocaba y tú no estabas no tenía por qué estar mal la noche. Había otras cosas que hacer, había más opciones.
Procuré creerme las mentiras que le había contado a ella.
Y lo mejor de todo es que las mentiras eran verdad, porque allí estábamos.
Y allí estaba toda la ciudad.
Y allí estabas tú.
O al menos, todos estábamos fuera y yo sigo sin saber si mis prejuicios se han vuelto infundados.
En la puerta del bar, yo repartiendo mis servicios de mechero y alternando miradas de reojo desde mi conversación hasta la tuya, vigilando si me mirabas entre calada y carcajada.
Y tuvimos suerte, encontrando una amiga que nos sirvió de contexto, excusa y coartada. Mientras yo te miraba y ella hablaba y el resto hacían como que fumaban. Esta amiga que yo pensaba que me detestaba, a mi y a mi efusividad cada vez que me la encuentro de fiesta, me dejó muy claras dos cosas justo antes de aprobar mi fijación por ti.
Resulta que en realidad le caigo bien.
Resulta que al chico que le gusta le gusto yo.
Pero le pareciste guapo, y más guapo todavía cuando le aclaré que a mi el suyo me daba igual.
Qué complicadas son estas cosas.
Ella triste por todo aquello y yo, triste por tenerte al lado y saber que no debía hablarte y saber que tú no te ibas a acercar.
Y no te acercaste.
Pero ojalá lo hubieras hecho.
Me pregunto si la octava será mejor que esta.

Pero al menos hay muchas cosas que entiendo ahora y que antes ni siquiera veía.
Antes, hace siete meses, antes, anoche, al empezar a escribirte esto.

Septiembre (30)-Octubre (1)

De verdad que esta no me la esperaba en absoluto.
Según mis investigaciones de finales de verano tú estabas lesionado. Y no solo eso, si no que eras un vestigio de tiempos pasados y otras rutinas, un ¿recuerdas marzo? cuando aquello y lo otro, qué de cambios ahora, quién nos lo iba a decir. Pero parece que yo sigo igual de inconsciente en lo que a táctica se refiere, porque nunca te vuelvo a ver en las condiciones idóneas y si bien está no es técnicamente tan mala como la otra, está claro que no es recomendable verte una semana después de haber estado con el otro mejor amigo de tu mejor amigo. Y menos aconsejable todavía es que, cuando yo sigo meditando cómo acercarme a saludarte, lleguen los dos amigos en cuestión y se me adelanten a la tarea.
Ya es mala suerte, en serio.
Pero la noche prosigue y mis amigas acaban tan enamoradas de ti que la situación comienza a ponerse urgente, os vais de nuestro bar poco a poco, todos uniformados de rojo, blanco y la alegría de la victoria aplastante de anécdotas.
Nosotras nos quedamos y nuestra noche llena de vuelcos acaba dando otro cuando decidimos no acabarla todavía como estaba pensado.
Entramos en la última discoteca con ideas muy claras que no te incluían, pero al salir del baño y su cola eterna te volví a ver.
Y tras un buen rato de pensármelo otra vez entre insistencia y distracción, me acerqué a hablar contigo. Y vaya si hablamos.
Siempre he pensado que compartir piruleta, o vaso, o botella son cosas que no se hacen con alguien que te es indiferente.
Y oye, acabamos los dos la noche con la lengua azul.

Diciembre (23-24)

Justo el día en que yo me vuelvo a fijar en ese amigo indirecto que tienes con el que yo tengo historia.
Estaba olvidado del todo.
Una preocupación temporal cuando me lo cruzaba por la calle yendo del brazo de mi padre.
Un ¿saludo o no saludo? que siempre acababa en no.
Y le veo, se lo comento a mis amigas, qué coincidencia otra vez. Qué tiempos. Cuánto hacía.
Y te veo a ti.
Segunda vez que pasa esto.
Y claro, la noche jodida desde entonces para mis amigas.
Escuchándome cada dos por tres un "ay, pero qué guapo está", "se ha cortado el pelo y sigue guapo", "más guapo todavía", "qué pena", "qué pena y qué puntería".
Esto debe ser amor.
Porque te perdí de vista más o menos pronto, y tuve muchas distracciones esa noche.
Demasiadas.
Pero ya no era lo mismo.

Labels

Ecos

  • “Where do you live?" Adam's mouth was very set. "A place made for leaving" "That's not really an answer." "It's not really a place.” ― Maggie Stiefvater, The Raven Boys
  • “Fairy tales are more than true: not because they tell us that dragons exist, but because they tell us that dragons can be beaten.” ― Neil Gaiman, Coraline
  • “I was gratified to be able to answer promptly, and I did. I said I didn’t know.” ― Mark Twain
  • “I've waited a long time to show these flowers how pretty you are.” ― Patrick Rothfuss, The Wise Man's Fear